Aquí podréis asistir al diario de nuestras salidas fotográficas. Y como un diario se escribe. Generalmente versan sobre naturaleza, pues es nuestra mayor pasión. Flora y fauna, en la medida que nos permitan sus integrantes fotografiarlas serán incluidas para acompañar al texto. Tampoco desdeñamos monumentos, u otras posibilidades fotográficas con las que podamos encontrarnos. Esperamos que sea de vuestro agrado.

Pinchando en las imágenes se pueden ver más grandes.

miércoles, 30 de enero de 2013

Invierno.

El mes de enero del año que acabamos de estrenar esta siendo de lo más normal, es decir, lluvioso y con nevadas en las montañas. El mismo mes de estos años pasados parecía que no estuviésemos en invierno, pues no llovía mucho y nevaba lo justo. Este tiempo que hace tres décadas no nos amilanaba para hacer salidas, a nuestra edad ya no nos seduce tanto hacerlas con lluvia, frío y no digamos nieve. No es que no nos guste la lluvia, ni la nieve; bueno la nieve nos gusta verla, pero no pisarla por lo cansina que se hace. Aunque lo que viene a continuación contradiga un poco esta última afirmación.

20.01.2013. domingo.
Aunque el día no amanece muy bueno vamos hasta Infiesto a ver si los camachuelos están de banquete en los aligustres. Al llegar vemos que aún no hay muchos, y los pocos que están, se limitan a comer en las copas. El año pasado era a primeros de febrero, y quizás por ello estén aún tan altos, lo que parece indicar que van bajando a medida que las bayas de arriba las vayan consumiendo. Los ríos bajan a tope, lo que no es de extrañar con la cantidad de lluvia caída estos días. Al avanzar la mañana el tiempo da un respiro y se abren algunos tímidos claros. 
De Infiesto vamos a la villa, y no vemos gran cosa, por lo que decidimos volver para casa. A la salida de la Villa nos encontramos con un ratonero que está posado al borde de la carretera en un cartel, paramos en medio de la carretera aprovechando que en la gran recta no vemos tráfico y deja que desde la ventanilla la Colasina le haga unas fotos  durante un buen rato, hasta que aparece un coche al fondo y al reanudar la marcha sale volando. Ya en la autopista vemos cuatro corzos en un prado, paramos en el arcén y ni se inmutan.


Pareja de cercetas comunes. La Villa.

Ratonero común. (Lo sentimos, pero nos negamos a llamarlo busardo)

Ratonero común.

Ratonero común.

Ratonero común.

Corza, ésta estaba alejada unos pocos metros de los otros tres.

Corzos.

La riada en Infiesto era notable.

26.01.2013. sábado.
Después de toda la semana lloviendo, para hoy dan una mejoría transitoria. Por lo que temprano salimos para Redes. Partimos con algo de nube que se va disipando por momentos. Sabíamos que con la nieve que había caído tendríamos que pisar bastante, pero tenemos ganas de ir a ver como está aquello, desde navidades no íbamos. Nos proponemos subir sólo si el Suzuki al menos sube hasta el Cantu l`Oración. Y desde Soto de Caso vemos que es muy posible que podamos. Llegamos al Cantu y dejamos allí el Suzuki. Hay como una cuarta de nieve, y al llegar a la cabaña, en las zonas donde se arremolinó hay medio metro, y unos 40 cms de media. Hacía años que no hundíamos hasta la rodilla en la nieve y nos cuesta mucho caminar. El kilómetro y medio que caminamos se nos hace eterno. Las agujetas las tendremos duraderas, pero el día que hace merece el esfuerzo. 
A los diez minutos de llegar van apareciendo los primeros pájaros, el primero que lo hace es el carbonero palustre, seguido de trepador azul, capuchino, y curiosamente el último hoy es el garrapinos. sólo subimos la mochila pequeña con el equipo justo, y no nos ponemos en serio, además, como se ve en las fotos no queda mucho sitio para instalarse. Pero disfrutamos como enanos, con la luz que da al paisaje un brillo especial, y los pájaros; a pesar de las agujetas, volvemos para casa repletos de energía.  

P.N de Redes.

P. N. de redes. 

La cumbre del Gavilán (en el centro) es una de las que más nos gusta de todas las que conocemos.

Al subir vemos que las estelas dejadas por los aviones hacían este efecto en lo que a nosotros nos parece una cara acostada; es de la Peña del viento, el pico más alto del Parque con 2000 mts. El aire las conducía hacia su "boca" y sólo fue esperar un rato al momento oportuno. 

Así teníamos la entrada al llegar. En la mesa, la tarta de merenge.

A la derecha se encontraba el comedero habitual bajo más de medio metro de nieve, por lo que como no íbamos con muchas pretensiones les colocamos lo del recuadro mientras la Colasina con la silla enterrada en la nieve les hacía algunas tomas testimoniales.

Herrerillo capuchino. Mientras esperaba turno.

Carbonero garrapinos.

Trepador azul.

Herrerillo capuchino.

Al comenzar a bajar hacemos algunas tomas de otros ángulos.

Contraluz con subexposición elevada para buscar este dramatismo.

El camino por el que suele subirnos el Suzuki. 

El camino por el que suele subirnos el Suzuki. 

lunes, 21 de enero de 2013

Nos dejó un buen amigo.

19.01.2013 sábado.
Ayer fue unos de esos días que te llega una noticia que no te gusta recibir, nuestro colega El Yepa nos envió un triste correo con este enlace LNE.
La ultima vez que coincidimos con "Paco", fue en la presentación de nuestro libro. Era un buen conversador,  y podías pasarte horas amenas en su compañía. Sencillo y culto, en sus años de jubilación se dedicaba a su otra gran afición; escribir. Le notamos muy decaído, y al preguntarle por su mujer nos confesó que había fallecido, lo que aclaraba su decaimiento, pues estaban muy unidos. Nos dijo que estaba preparando su siguiente libro. Había publicado ya "En el Vallín" (2003), una narración que pone en boca de un niño la infancia de su generación, sobre la que (una vez leído) nos identificamos mucho, pues no en vano nos tocó a nosotros vivirla tal como él la cuenta en el libro, por ser casi contemporáneos. "Sugerencias y algunos cuentos" (2007) en una serie de narraciones cortas con un trasfondo muy profundo sobre cosas cotidianas, en el que algunas están muy relacionadas con las aves, terminando con una serie de pequeños cuentos. "Parloteo" (2011), fue el libro con el que nos obsequió el día en que coincidimos en la presentación, y tenemos que reconocer que aún le tenemos sin terminar de leer.
Hace bastantes años le convencimos para pasar el fin de semana en la cabaña. Nos comentaba entre cientos de cosas que acababa de comprar una camper Wolsvagen Caravelle, que utilizaba para ir con su mujer de viaje, ella, licenciada en bellas artes le encantaban los museos como no podía ser de otra forma. Al igual que a nosotros le encantaba ese mundillo del autocaravaning, por lo que estaba encantado con la furgoneta amueblada de fábrica que nos enseñaba orgulloso antes de subir para la cabaña. Pasamos un fin de semana inolvidable en su compañía, personas tan nobles y sanas de miras no abundan, y cuando las tienes cerca te hacen sentir mejor persona.  
De aquella salida nos comentó más adelante que había escrito unas letras, y que nos las pasaría cualquier día, entonces no había e-mail ni internet. Por fortuna nos llegaron a través del Yepa, y teníamos esta entrada preparada hace tiempo con su narración, a la espera de pedirle permiso para publicarla, y un día por otro seguía esperando como borrador. Ahora ya no podremos pedirle permiso, pero sabemos que le hubiésemos tenido, por lo que donde esté queremos darle las gracias por la amena compañía que en tantas ocasiones nos brindó.
Los nombres que nos pone por exigencia del Alphabeta exemplorun son de lo más curiosos sobre todo el del Wili; Arsenio. A Colasina le puso Ester.
Nos embarga una mezcla de tristeza y alegría. Tristeza por su pérdida, pero una alegría inmensa por haber podido compartir algunos momentos de nuestras vidas con una persona como él.

UN FIN DE SEMANA. Por Francisco de Miguel.

Estaba contento porque era viernes aunque no tenía planes para el fin de semana. Me encontré en la calle con un amigo ornitólogo al que hacía tiempo que no veía. Hablamos de pájaros y de proyectos.-Si no tienes nada mejor - me dijo, ¿por qué no te vienes conmigo a la cabaña? Me decidí de inmediato. Pasear por el Parque Natural de Redes es siempre un regalo para los sentidos.
Llevo la mochila colmada de expectativas e ilusiones; también de una obligación que me he impuesto: hacer el paseo de la mano del abecedario. Trato de imitar el "Alphabeta exemplorun" que utilizaron los monjes hace ocho o nueve siglos. Buscaban con ello dar más énfasis a sus sermones, implicando a todas las letras del alfabeto.
El comienzo es fácil porque mi amigo se llama Arsenio. Caminamos durante bastante rato atravesando bosquetes de castaños y robles. Al salir de uno de ellos, una alfombra verde nos invita al reposo y a la contemplación del paisaje. La segunda letra acude presta a mi mente para describir lo que estoy viendo: Belleza. Hasta el punto de que nos volvimos remolones y tuvimos que esforzarnos para reanudar la marcha. Un pequeño altozano, al final de una ladera larga y pronunciada, nos permite vislumbrar lo que será nuestra morada durante los dos próximos días. La ce de Cabaña pide paso y gustosamente se lo cedo. Está tan identificada con el entorno, que parece que siempre formó parte de él. En su interior, llaman la atención la sencillez y la limpieza; no en vano mi amigo y su esposa pasan en ella la mayor parte de los fines de semana del año. Tiene una mesa con dos bancos y un armario, de estilo castellano; también una cocina de carbón y una estufa de leña. Por una escalera de madera, obra de Arsenio, se accede al piso. Sobre la tarima descansan media docena de colchones, en una esquina hay un arcón con almohadas y ropas de cama.
Salgo al exterior a disfrutar del entorno porque quedan pocas horas de luz. En un seto de aligustre algo hace temblar las hojas; ahora aquí, después allá. Me acerco convencido de quién es el autor de ese comportamiento ratonil, y también de que me ayudará a continuar con el abecedario: es un Chochín. Me gusta más el nombre de zarrica, que es como lo llamamos en Asturias. La primavera se ha instalado con fuerza y el prado que hay delante de la cabaña parece una plantación de Dientes de león. Soplo sobre algunos de ellos y las semillas vuelan.
Decidimos comer un bocadillo en el banco que hay a la entrada y disfrutar con lo que quieran ofrecernos los señores de la noche. El mirlo despide el día cantando. La luna y las estrellas colaboran prolongando la claridad. Algunos murciélagos zigzaguean por el aire en busca de alimento. Nos sorprende un avión blanco que desciende en picado hasta perderse en el robledal. La visión de la lechuza me alegra porque hacía tiempo que no coincidíamos. Veo a mi amigo ensimismado y le pregunto el por qué. Su respuesta me regala la siguiente letra: -Añoro las noches pasadas aquí con Ester, contesta. Me comenta sus planes para mañana y nos vamos a dormir.
Nos asomamos al día cuando unas manos invisibles levantan la niebla hacia lo alto descubriendo prados, bosques y a dos venados que beben en un arroyo. Nuestra sensación es de Felicidad. Con su compañía caminamos por una acebeda cuyas hojas relucen como si estuvieran recién lavadas. A punto de salir de ella, Arsenio me indica con un gesto perentorio que me detenga y me esconda. Me he puesto en cuclillas. Las rodillas comienzan a dolerme cuando, abandonando una zona de sotobosque, un Gato montés se adentra en el prado. Al principio se muestra cauteloso, después, ya más tranquilo, comienza a acicalarse utilizando la lengua y las patas delanteras. Esta ge es especialmente mayúscula para mí porque es la primera vez que le veo. Una monótona sinfonía de cricrís podían haberme aportado la letra pero quedan en segundo plano. El gato se adentra en un robledal y nosotros seguimos sus pasos. El entorno me recuerda a los cuentos de hadas. Son árboles viejos con las ramas retorcidas y nudosas, enguantadas por líquenes. Una compañía circense realiza acrobacias sobre ellas: son Herrerillos comunes y Herrerillos capuchinos que buscan alimento recorriendo minuciosamente las copas de los árboles. No me viene a la mente dónde colocar la letra i. Me permito un Inciso y aprovecho para comer el bocadillo. La pausa resultó corta ante la visión de un pito negro; juega al escondite con nosotros mientras asciende por el tronco de un árbol. ¡Joder, esto es la hostia! - exclamo refiriéndome a todo lo que estoy viendo. Arsenio se ríe; yo le acompaño en la risa.
Atravesamos un piornal del que salimos con abundantes arañazos. Ello me retrotrae a la infancia cuando, para mitigar sus efectos lacerantes, utilizábamos la baba de los caracoles o, en su defecto, nuestra propia orina. El paisaje ha cambiado de manera sustancial. Nos encontramos en la base de una montaña caliza, Kárstica es la palabra adecuada y que me viene de perillas, por la que trepan un grupo de rebecos. Propongo que volvamos a la cabaña porque el quebranto ocupa mi cuerpo. Arsenio acepta la idea y la acompaña de una recomendación: "Tienes que dejar de fumar".
Mientras preparamos la cena, saboreamos lo vivido y hacemos planes para mañana, último día de estancia en este paraíso. Le comento mi admiración porque no ha fallado en ninguna de las previsiones sobre lo que íbamos a ver.- Son muchos años pateando el Parque - contesta, aún te falta lo mejor. Con este interrogante me envía a la cama.
Apenas quedé dormido, me despertó un cosquilleo en la cabeza. Me levanto sobresaltado, enciendo la luz y observo como una pareja de Lirones juguetean con mi almohada. Arsenio disfruta con mi estupor. Me dice que viven y anidan en los muros, que acaban de abandonar la hibernación y que todos los años, por estas fechas, son su despertador. La emoción me impide volver a conciliar el sueño. Me sobra tiempo para pensar dónde colocar la elle pero no lo aprovecho.
Nos levantamos en plena noche por exigencias de un guión que mi amigo insiste en no desvelarme, aunque barrunto de qué se trata. Nos adentramos en el hayedo más extenso del Parque. Arsenio me dice que es un lugar sagrado y coloca el dedo índice sobre los labios para reforzar sus palabras; después me pide que apague la linterna y permanezca atento.
Un urogallo macho, un gallo, se posa en un árbol a escasos metros de dónde me encuentro. Inicia un canto, que recuerda al hipo, a la vez que yergue la cabeza y eriza las barbas, como para intimidar. La carnosidad roja que tiene sobre los ojos brilla. Un batido de alas me obliga a dirigir la vista en otra dirección. Es una gallina que desciende desde un haya cercana hasta el suelo. El gallo hace lo propio; se acerca a ella y comienza a girar a su alrededor. Está muy excitado. Con las alas abiertas roza el suelo; la cola se transforma en un abanico. Se mueve de manera tan automática, que me recuerda a un juguete que tiene mi nieto. Su canto es cambiante en intensidad y tono. Bruscamente cesa, emitiendo un ruido hueco, para volver a empezar. Su vivencia erótica es tan intensa que permanece ajeno a todo lo que le rodea. Mantiene los ojos semicerrados.
Está amaneciendo, un sonido se extiende por todo el valle. Pretende ser una Llamada que, por lo familiar y lo que significa, merece que le dedique la letra elle. Con ella, el cuco hace saber a sus congéneres que este territorio ya tiene dueño; también convoca a una hembra para que le acompañe. Los pies se hunden con placer en el colchón de Musgo que vamos atravesando. Le concedo la eme mayúscula por la extensión de terreno que ocupa; también porque, durante mi infancia, fueron muchos los kilómetros que tuve que recorrer para conseguirle y adornar con él los belenes. El herrerillo, el carbonero, el agateador, y el arrendajo, son algunos de los pájaros que eligen el hayedo para criar, y cuyos Nidos voy descubriendo. Algunas hayas sufren en sus ramas el abrazo asesino del muérdago. Un parásito que en modo alguno pensaba encontrar por estas latitudes. Sus frutos son unas bayas blancas que tienen en el interior un material viscoso, la liga. Era una de las Ñagazas, qué bonita palabra, que más utilizában los chicos para capturar pájaros vivos, preferentemente el jilguero y el verdecillo. Los ejemplares viejos de las hayas presentan muchas Oquedades. Voy saltando de una a otra recordando el juego del escondite. También me llevan a imaginar, dado el ambiente fantasmagórico que me rodea, que estoy huyendo de un mago malvado. Arsenio vuelve a cruzar el dedo sobre los labios para frenar mi comportamiento infantil. Me distrae un Petirrojo que lleva tiempo siguiéndome. Con su babero escarlata y su mirada curiosa y cálida, es un asiduo acompañante en mis paseos por el campo. El raitán es muy querido en Asturias y está presente en todos los lugares. Vaya para él la letra pe.
¿Qué? susurra Arsenio. Con este interrogante pretende recabar mi opinión sobre lo que estoy viendo. Es mi respuesta, llena de superlativos, lo que de valor a la cu. Las siguientes palabras me brotan en cascada porque definen mis sensaciones: Respeto, Sobrecogimiento y Tremor.
Las emociones que acabamos de vivir han tensado en demasía los músculos de nuestro cuerpo; también los de la mente, si ésta los tuviera. En el primer prado que encontramos nos dejamos caer. Los dedos de las manos entrelazados detrás de la nuca. Del cielo no recibo ningún estímulo. Revivo lo ocurrido. Pienso que tengo que hacer frente a la uve y Vivencias me parece lo más adecuado. A lo lejos se divisa el perfil de unas montañas. Me recuerdan a las de Covadonga dónde, según dicen, Don Pelayo realizó la gesta. Me viene a la mente la insistencia, más bien cabezonería, del maestro que teníamos en la escuela para que aprendiéramos de memoria la lista de los Reyes Godos. En su homenaje, y porque me viene como anillo al dedo, me quedo con Wamba. Mi amigo me conmina a levantarme: -El autobús no esperará por nosotros, dice. Me llama la atención un tocón en el que me apoyo para ponerme en pie. Está recorrido por carreteras que se entrecruzan. Los insectos Xilófagos se han dado una gran pitanza.
Caminamos por un robledal que linda con la carretera. Ha llegado el momento de despedirse del Parque.
-Arsenio, creo que alguien está golpeando sobre un Yunque . -Es el pico picapinos. Parece mentira para ti...
Durante estos dos días he dedicado a mi amigo muchos elogios, en esta ocasión me he permitido la licencia de mofarme de él.
En la mochila llevo una mezcla de tristeza y felicidad. Me da pena abandonar el lugar; también pensar en las agresiones que está a punto de sufrir, la más inminente la construcción de la presa de Caleao. Los responsables de este desaguisado no comprenden nada y, con seguridad, no conocen las maravillas que esconde el Parque. He decidido regalarles la zeta de Zoquetes que tenía reservada para un zorro que no se dignó a aparecer. FIN.


Por suerte, después de tantos años la Z que otorga a los zoquetes que nos gobiernan, es decir, la propuesta que ya entonces se cernía sobre la presa de Caleao sigue en dique seco, y esperemos que nunca se llegue a hacer realidad, pues destruiría una parte de naturaleza de un gran valor. 
Para terminar acompañamos con unas fotografías que ilustran parte de lo que cuenta en el texto, y que ponemos al final para no entorpecer la lectura.

P.N de Redes.

P.N. de Redes.

Agateador norteño.

Diente de león.

Gato montés.

Herrerillo común.

Herrerillo capuchino.

Carbonero garrapinos.

Chocín. Zarrica.

Arrendajo.

Muérdago.

Pito negro.

Rebeco.

Lirón gris.

Petirrojo. Raitán.

Pico picapinos.

Zorro.
Hasta siempre PACO.

domingo, 13 de enero de 2013

Salida lúdico-lusitana.


04.01.13. viernes.
Después de comer salimos por el Huerna para la meseta. No llevamos todo el equipo, como indica el título, es más que nada una salida de descanso y, como no, de gastronomía, por lo que sólo haremos paisajes y monumentos, y no necesitamos los objetivos "grandes". En La Magdalena salimos por la comarca de la Ribera, Alistes... Cerca de Ferreras, casi oscureciendo vemos un grupo de ciervas junto a la carretera. Cruzamos la Sierra de la Culebra, y en Alcañices entramos a nuestro querido país vecino: Portugal. Cuando llegábamos a Mogadouro, recordamos que A Lareira cierra de vacaciones en enero, como nuestra intención era cenar el buen bacalhau y la buena carne de las vitelas mirandesas, tenemos que seguir hasta Carviçais a O Artur, que no le va a la zaga, sobre todo el postre casero; delicia de queijada com marmelada de abóbora, en esta ocasión era de calabaza la mermelada, pero otras, según temporada, es de higos, melocotón, etc., pues la fabrican ellos y son todas excelentes. Después dormimos a escasos 200 mts, junto a la ahora abandonada estación. El cielo despejado hace pensar en una buena helada. 

05.01.13. sábado.
Nos levantamos a las 7.30, hay niebla y eso favoreció que la helada no fuese muy acusada, pero la temperatura es muy fría. Vamos despacio, pues la niebla es muy pertinaz y la visibilidad es muy reducida. En Torre de Moncorvo bajamos hasta Pocinho, para seguir por la nueva carretera que cruza el valle sin cruzar Vila Nova de Foz Côa como antes. Ya en Celorico, seguimos para Nelas, Santa Comba  Dão, y por Mortágua a Mealhada para llegar a la meta (nunca mejor dicho) de hoy, es decir, a Meta dos Leitões. Después de comer vamos para Luso, y de allí para conocer la zona hasta Penacova, desde donde hay unas preciosas vistas del río Mondego, pena que estén a contraluz. 


Río Mondego a su paso por Penacova.

Seguimos por Vilanova de Poiares, São Miguel de Poiares, São Martinho de Cortiça, Carapinha, Lourosa... Al oscurecer pasamos por el pequeño pueblo de Senhor das Almas, y vemos un parque muy tranquilo con árboles grandes que cubren de la helada, por lo que decidimos quedarnos a dormir allí. Fue un gran acierto, pues es de lo más tranquilo, y por esta zona no conocemos nada hasta Seia.


06.01.13. domingo.
Estamos tan tranquilos que se nos pegan las sábanas, y hasta las 9 no nos levantamos. Viendo la hora que es desayunamos aquí mismo. Partimos a continuación hacia Oliveira de Hospital, y Seia. En éste último comenzamos a subir por la N-339 (en el corazón del Parque Natural de la Serra da Estrela, el macizo más occidental del sistema central ibérico) que conduce hasta la Torre, que es el techo de Portugal continental con sus 1993, y que ahora alberga la única estación invernal de esquí portuguesa. Hacía más de 10 años que no subíamos, y ahora aparte de la estación de esquí, hay un restaurante y tiendas con productos regionales que se funden con los antiguos observatorios astronómicos que entonces ya existían. En las pistas aún hay algo de nieve y eso propicia que estén a rebosar por lo que tras hacer un par de fotos bajamos hasta el cruce donde se inicia el valle glacial del Zêzere que conduce hasta Manteigas en el fondo del valle. Paramos en la Fonte da Donja  (que es del mismo año que nació Wili) a repostar agua para el camper, continuamos descendiendo y entramos por una pista hasta el río Zêzere, como es de esperar las aguas son prístinas, y los márgenes impolutos, no en vano toda la zona está exenta de poblaciones o edificaciones. Poco más abajo, a partir de Manteigas, el río ya será otra cosa. Hacemos unas fotos al río y vamos a comer a Manteigas al restaurante A Cascata.  Este pueblo siempre lo cruzamos de paso y no conocemos ningún sitio para comer, así que optamos por este a ver qué pasa, y no nos defraudó. Pensábamos ir al cercano Poço do Inferno, pero ya se nos hace tarde y lo evitamos. La hora con las sábanas pegadas se echa en falta.

Sabugueiro. Serra da Estrela.

Sabugueiro. Serra da Estrela

HDR del río en Sabugueiro. Serra da Estrela.

Río en Sabugueiro. Serra da Estrela.

Río en Sabugueiro. Serra da Estrela.

Río en Sabugueiro. Serra da Estrela.

Sabugueiro. Serra da Estrela.

El terreno granítico favorece que haya gran cantidad de pequeños embalses, y multitud de charcas. Serra da Estrela.

Serra da Estrela.

Serra da Estrela.

Serra da Estrela.

Otra de las innumerables pequeñas charcas. Serra da Estrela.

Charca. Serra da Estrela.

Charca. Serra da Estrela.

Charca. Serra da Estrela.

Colasina con la luna menguante detrás. Serra da Estrela.

Los panoramas que se divisan en todas direcciones hacen perderse la vista en el infinito. Serra da Estrela. Hacia el W se ve gran parte del territorio beirense salpicado de multitud de pueblos.

En la Torre (1993 mts) Se encuentran los viejos observatorios, y el punto geodésico que reconoce este lugar como el más alto de Portugal continental. Sólo superado por el Pico, en la isla del mismo nombre de las Azores. A la decha de la foto estarían los comercios y la estación de esquí.

Desde la Torre hacia el Este, la vista es igualmente interminable. En la elipse se puede ver la sierra de Béjar con La Covatilla nevada, que en linea recta dista 160 kms.

Fuente de la Donja. Serra da Estrela.

Fuente de la Donja. Serra da Estrela.

Valle glaciar del Zêzere, al fondo algunas casas del pueblo de Manteigas. Serra da Estrela.

Valle glaciar del Zêzere, al fondo algunas casas del pueblo de Manteigas. Serra da Estrela.

Bajando hacia Manteigas. Serra da Estrela.

Río Zêzere cerca de Manteigas. Serra da Estrela.

Río Zêzere cerca de Manteigas. Serra da Estrela.

Río Zêzere cerca de Manteigas. Serra da Estrela.

Río Zêzere cerca de Manteigas. Serra da Estrela.

Río Zêzere cerca de Manteigas. Serra da Estrela.

Río Zêzere cerca de Manteigas. Serra da Estrela.

Río Zêzere cerca de Manteigas. Serra da Estrela.

Río Zêzere cerca de Manteigas. Serra da Estrela.

Continuamos hasta Belmonte, situado sobre el Monte de la Esperanza. Un pueblo al que también hacía muchos años que no veníamos, y el cambio en los extra radios es notable. Damos un paseo para fotografiar, lo que queda del castillo. Este pueblo a pesar de no ser muy grande tiene bastante historia. Gran parte de la comunidad judía expulsada de España por los Reyes Católicos acabó recalando en él, por ello tiene un museo judaico. También fue lugar de nacimiento de Pedro Alvares Cabral, el descubridor de Brasil el 22 de abril del 1500, aunque existe controversia con este término, pues parece que hay documentadas expediciones de Vicente Yáñez Pinzón del 26 de enero, y de Diego Lepe en febrero, ambos del mismo año, es decir, en 1500. También se dan como posibles expediciones De Duarte Pacheco en 1498, y de Américo Vespucio en 1499.


La subida hacia el castillo discurre por plazas, calles, y casas medievales, como estas en la Praça da República. Belmonte.

Praça da República. Belmonte.

Praça da República. Belmonte.

Belmonte.

Belmonte.

Belmonte.

Castillo de Belmonte. Finales del siglo XII.

Entrada al Castillo. Belmonte.

Torre del Homenaje, Castillo de Belmonte.

Ventana manuelina, castillo de Belmonte.

Vista del Castillo. Belmonte.

Castillo de Belmonte.

Capela do Calvário. siglo XIX, y al fondo la capela de Santo António del siglo XVI. Belmonte. 

Torre campanario. Belmonte.

Pedro Alvares Cabral. Belmonte.

Tras el paseo vamos hasta la cercana torre romana de Cestum Cellas, en portugués la denominan torre de São Cornélio. La última vez que pasamos por aquí estaba solitaria y desprotegida, ahora hay varias casas cerca, y está vallada en un perímetro de protección, tanto la torre como los restos de la villa que la rodeaba. Ya caen las últimas luces del día, y le dan un agradable color dorado. Parece ser que la villa perteneció a Lúcio Cecilio, ciudadano romano que comerciaba con estaño en el siglo I.  


Cestum Cellas, siglo I. Belmonte.

Cestum Cellas, siglo I. Belmonte.

Ya con apenas luz partimos hasta Guarda que cruzamos para recabar en nuestro lugar de costumbre de esta zona, tanto por su tranquilidad como por su ubicación: Trancoso.


Así de tranquilo estaba el parque en Trancoso.
07.01.13. lunes.
Nos levantamos a una hora más habitual, las 8. Está todo helado, pero los grandes árboles del parque nos protegieron lo suficiente para que no se acuse en el parabrisas. Salimos hacia Foz Côa, Pocinho, Torre de Moncorvo, por esta zona hasta Carviçais aún está la carretera con placas de hielo y tenemos que ir con sumo cuidado. 
De nuevo en España, paramos en la zona de costumbre junto al río Cebal, que ahora baja con buen caudal. Damos un paseo por sus márgenes. Vemos una abubilla, y un nutrido bando de escribanos soteños que se bañaban en el río.


Río Cebal. Zamora.

Río Cebal. Zamora.

Río Cebal. Zamora.

Río Cebal. Zamora.

Río Cebal. Zamora.

Río Cebal. Zamora.

Río Cebal. Zamora.

Río Cebal. Zamora.

Río Cebal. Zamora.

Río Cebal. Zamora.

Tras el gratificante paseo retomamos la ruta para detenernos a comer junto al pueblo de Sarracín. Con el portón abierto al agradable sol que luce como los días precedentes. Pasamos un buen rato disfrutando de la tranquilidad de la zona, con el sol calentando, pero lo justo. En más de dos horas no pasó más de un par de coches por la carretera. Más tarde partimos de regreso para casa, a la que llegamos ya entrada la noche, eso sí, con un tráfico intenso en la autopista del Huerna; esto no es la comarca zamorana de Aliste, donde hace pocas horas comíamos...
En cuestión de fauna vimos durante el viaje varios milanos reales, un macho de aguilucho pálido, bastantes paseriformes, y como nota negativa, varios atropellados, a saber: gineta, garduña, hasta 3 lechuzas en menos de 100 metros, y un búho chico.