19.01.2013 sábado.
Ayer fue unos de esos días que te llega una noticia que no te gusta recibir, nuestro colega El Yepa nos envió un triste correo con este enlace LNE.
La ultima vez que coincidimos con "Paco", fue en la presentación de nuestro libro. Era un buen conversador, y podías pasarte horas amenas en su compañía. Sencillo y culto, en sus años de jubilación se dedicaba a su otra gran afición; escribir. Le notamos muy decaído, y al preguntarle por su mujer nos confesó que había fallecido, lo que aclaraba su decaimiento, pues estaban muy unidos. Nos dijo que estaba preparando su siguiente libro. Había publicado ya "En el Vallín" (2003), una narración que pone en boca de un niño la infancia de su generación, sobre la que (una vez leído) nos identificamos mucho, pues no en vano nos tocó a nosotros vivirla tal como él la cuenta en el libro, por ser casi contemporáneos. "Sugerencias y algunos cuentos" (2007) en una serie de narraciones cortas con un trasfondo muy profundo sobre cosas cotidianas, en el que algunas están muy relacionadas con las aves, terminando con una serie de pequeños cuentos. "Parloteo" (2011), fue el libro con el que nos obsequió el día en que coincidimos en la presentación, y tenemos que reconocer que aún le tenemos sin terminar de leer.
Hace bastantes años le convencimos para pasar el fin de semana en la cabaña. Nos comentaba entre cientos de cosas que acababa de comprar una camper Wolsvagen Caravelle, que utilizaba para ir con su mujer de viaje, ella, licenciada en bellas artes le encantaban los museos como no podía ser de otra forma. Al igual que a nosotros le encantaba ese mundillo del autocaravaning, por lo que estaba encantado con la furgoneta amueblada de fábrica que nos enseñaba orgulloso antes de subir para la cabaña. Pasamos un fin de semana inolvidable en su compañía, personas tan nobles y sanas de miras no abundan, y cuando las tienes cerca te hacen sentir mejor persona.
De aquella salida nos comentó más adelante que había escrito unas letras, y que nos las pasaría cualquier día, entonces no había e-mail ni internet. Por fortuna nos llegaron a través del Yepa, y teníamos esta entrada preparada hace tiempo con su narración, a la espera de pedirle permiso para publicarla, y un día por otro seguía esperando como borrador. Ahora ya no podremos pedirle permiso, pero sabemos que le hubiésemos tenido, por lo que donde esté queremos darle las gracias por la amena compañía que en tantas ocasiones nos brindó.
Los nombres que nos pone por exigencia del Alphabeta exemplorun son de lo más curiosos sobre todo el del Wili; Arsenio. A Colasina le puso Ester.
Nos embarga una mezcla de tristeza y alegría. Tristeza por su pérdida, pero una alegría inmensa por haber podido compartir algunos momentos de nuestras vidas con una persona como él.
UN FIN DE SEMANA. Por Francisco de Miguel.
Estaba contento porque era viernes aunque no tenía planes para el fin de semana. Me encontré en la calle con un amigo ornitólogo al que hacía tiempo que no veía. Hablamos de pájaros y de proyectos.-Si no tienes nada mejor - me dijo, ¿por qué no te vienes conmigo a la cabaña? Me decidí de inmediato. Pasear por el Parque Natural de Redes es siempre un regalo para los sentidos.
Llevo la mochila colmada de expectativas e ilusiones; también de una obligación que me he impuesto: hacer el paseo de la mano del abecedario. Trato de imitar el "Alphabeta exemplorun" que utilizaron los monjes hace ocho o nueve siglos. Buscaban con ello dar más énfasis a sus sermones, implicando a todas las letras del alfabeto.
El comienzo es fácil porque mi amigo se llama Arsenio. Caminamos durante bastante rato atravesando bosquetes de castaños y robles. Al salir de uno de ellos, una alfombra verde nos invita al reposo y a la contemplación del paisaje. La segunda letra acude presta a mi mente para describir lo que estoy viendo: Belleza. Hasta el punto de que nos volvimos remolones y tuvimos que esforzarnos para reanudar la marcha. Un pequeño altozano, al final de una ladera larga y pronunciada, nos permite vislumbrar lo que será nuestra morada durante los dos próximos días. La ce de Cabaña pide paso y gustosamente se lo cedo. Está tan identificada con el entorno, que parece que siempre formó parte de él. En su interior, llaman la atención la sencillez y la limpieza; no en vano mi amigo y su esposa pasan en ella la mayor parte de los fines de semana del año. Tiene una mesa con dos bancos y un armario, de estilo castellano; también una cocina de carbón y una estufa de leña. Por una escalera de madera, obra de Arsenio, se accede al piso. Sobre la tarima descansan media docena de colchones, en una esquina hay un arcón con almohadas y ropas de cama.
Salgo al exterior a disfrutar del entorno porque quedan pocas horas de luz. En un seto de aligustre algo hace temblar las hojas; ahora aquí, después allá. Me acerco convencido de quién es el autor de ese comportamiento ratonil, y también de que me ayudará a continuar con el abecedario: es un Chochín. Me gusta más el nombre de zarrica, que es como lo llamamos en Asturias. La primavera se ha instalado con fuerza y el prado que hay delante de la cabaña parece una plantación de Dientes de león. Soplo sobre algunos de ellos y las semillas vuelan.
Decidimos comer un bocadillo en el banco que hay a la entrada y disfrutar con lo que quieran ofrecernos los señores de la noche. El mirlo despide el día cantando. La luna y las estrellas colaboran prolongando la claridad. Algunos murciélagos zigzaguean por el aire en busca de alimento. Nos sorprende un avión blanco que desciende en picado hasta perderse en el robledal. La visión de la lechuza me alegra porque hacía tiempo que no coincidíamos. Veo a mi amigo ensimismado y le pregunto el por qué. Su respuesta me regala la siguiente letra: -Añoro las noches pasadas aquí con Ester, contesta. Me comenta sus planes para mañana y nos vamos a dormir.
Nos asomamos al día cuando unas manos invisibles levantan la niebla hacia lo alto descubriendo prados, bosques y a dos venados que beben en un arroyo. Nuestra sensación es de Felicidad. Con su compañía caminamos por una acebeda cuyas hojas relucen como si estuvieran recién lavadas. A punto de salir de ella, Arsenio me indica con un gesto perentorio que me detenga y me esconda. Me he puesto en cuclillas. Las rodillas comienzan a dolerme cuando, abandonando una zona de sotobosque, un Gato montés se adentra en el prado. Al principio se muestra cauteloso, después, ya más tranquilo, comienza a acicalarse utilizando la lengua y las patas delanteras. Esta ge es especialmente mayúscula para mí porque es la primera vez que le veo. Una monótona sinfonía de cricrís podían haberme aportado la letra pero quedan en segundo plano. El gato se adentra en un robledal y nosotros seguimos sus pasos. El entorno me recuerda a los cuentos de hadas. Son árboles viejos con las ramas retorcidas y nudosas, enguantadas por líquenes. Una compañía circense realiza acrobacias sobre ellas: son Herrerillos comunes y Herrerillos capuchinos que buscan alimento recorriendo minuciosamente las copas de los árboles. No me viene a la mente dónde colocar la letra i. Me permito un Inciso y aprovecho para comer el bocadillo. La pausa resultó corta ante la visión de un pito negro; juega al escondite con nosotros mientras asciende por el tronco de un árbol. ¡Joder, esto es la hostia! - exclamo refiriéndome a todo lo que estoy viendo. Arsenio se ríe; yo le acompaño en la risa.
Atravesamos un piornal del que salimos con abundantes arañazos. Ello me retrotrae a la infancia cuando, para mitigar sus efectos lacerantes, utilizábamos la baba de los caracoles o, en su defecto, nuestra propia orina. El paisaje ha cambiado de manera sustancial. Nos encontramos en la base de una montaña caliza, Kárstica es la palabra adecuada y que me viene de perillas, por la que trepan un grupo de rebecos. Propongo que volvamos a la cabaña porque el quebranto ocupa mi cuerpo. Arsenio acepta la idea y la acompaña de una recomendación: "Tienes que dejar de fumar".
Mientras preparamos la cena, saboreamos lo vivido y hacemos planes para mañana, último día de estancia en este paraíso. Le comento mi admiración porque no ha fallado en ninguna de las previsiones sobre lo que íbamos a ver.- Son muchos años pateando el Parque - contesta, aún te falta lo mejor. Con este interrogante me envía a la cama.
Apenas quedé dormido, me despertó un cosquilleo en la cabeza. Me levanto sobresaltado, enciendo la luz y observo como una pareja de Lirones juguetean con mi almohada. Arsenio disfruta con mi estupor. Me dice que viven y anidan en los muros, que acaban de abandonar la hibernación y que todos los años, por estas fechas, son su despertador. La emoción me impide volver a conciliar el sueño. Me sobra tiempo para pensar dónde colocar la elle pero no lo aprovecho.
Nos levantamos en plena noche por exigencias de un guión que mi amigo insiste en no desvelarme, aunque barrunto de qué se trata. Nos adentramos en el hayedo más extenso del Parque. Arsenio me dice que es un lugar sagrado y coloca el dedo índice sobre los labios para reforzar sus palabras; después me pide que apague la linterna y permanezca atento.
Un urogallo macho, un gallo, se posa en un árbol a escasos metros de dónde me encuentro. Inicia un canto, que recuerda al hipo, a la vez que yergue la cabeza y eriza las barbas, como para intimidar. La carnosidad roja que tiene sobre los ojos brilla. Un batido de alas me obliga a dirigir la vista en otra dirección. Es una gallina que desciende desde un haya cercana hasta el suelo. El gallo hace lo propio; se acerca a ella y comienza a girar a su alrededor. Está muy excitado. Con las alas abiertas roza el suelo; la cola se transforma en un abanico. Se mueve de manera tan automática, que me recuerda a un juguete que tiene mi nieto. Su canto es cambiante en intensidad y tono. Bruscamente cesa, emitiendo un ruido hueco, para volver a empezar. Su vivencia erótica es tan intensa que permanece ajeno a todo lo que le rodea. Mantiene los ojos semicerrados.
Está amaneciendo, un sonido se extiende por todo el valle. Pretende ser una Llamada que, por lo familiar y lo que significa, merece que le dedique la letra elle. Con ella, el cuco hace saber a sus congéneres que este territorio ya tiene dueño; también convoca a una hembra para que le acompañe. Los pies se hunden con placer en el colchón de Musgo que vamos atravesando. Le concedo la eme mayúscula por la extensión de terreno que ocupa; también porque, durante mi infancia, fueron muchos los kilómetros que tuve que recorrer para conseguirle y adornar con él los belenes. El herrerillo, el carbonero, el agateador, y el arrendajo, son algunos de los pájaros que eligen el hayedo para criar, y cuyos Nidos voy descubriendo. Algunas hayas sufren en sus ramas el abrazo asesino del muérdago. Un parásito que en modo alguno pensaba encontrar por estas latitudes. Sus frutos son unas bayas blancas que tienen en el interior un material viscoso, la liga. Era una de las Ñagazas, qué bonita palabra, que más utilizában los chicos para capturar pájaros vivos, preferentemente el jilguero y el verdecillo. Los ejemplares viejos de las hayas presentan muchas Oquedades. Voy saltando de una a otra recordando el juego del escondite. También me llevan a imaginar, dado el ambiente fantasmagórico que me rodea, que estoy huyendo de un mago malvado. Arsenio vuelve a cruzar el dedo sobre los labios para frenar mi comportamiento infantil. Me distrae un Petirrojo que lleva tiempo siguiéndome. Con su babero escarlata y su mirada curiosa y cálida, es un asiduo acompañante en mis paseos por el campo. El raitán es muy querido en Asturias y está presente en todos los lugares. Vaya para él la letra pe.
¿Qué? susurra Arsenio. Con este interrogante pretende recabar mi opinión sobre lo que estoy viendo. Es mi respuesta, llena de superlativos, lo que de valor a la cu. Las siguientes palabras me brotan en cascada porque definen mis sensaciones: Respeto, Sobrecogimiento y Tremor.
Las emociones que acabamos de vivir han tensado en demasía los músculos de nuestro cuerpo; también los de la mente, si ésta los tuviera. En el primer prado que encontramos nos dejamos caer. Los dedos de las manos entrelazados detrás de la nuca. Del cielo no recibo ningún estímulo. Revivo lo ocurrido. Pienso que tengo que hacer frente a la uve y Vivencias me parece lo más adecuado. A lo lejos se divisa el perfil de unas montañas. Me recuerdan a las de Covadonga dónde, según dicen, Don Pelayo realizó la gesta. Me viene a la mente la insistencia, más bien cabezonería, del maestro que teníamos en la escuela para que aprendiéramos de memoria la lista de los Reyes Godos. En su homenaje, y porque me viene como anillo al dedo, me quedo con Wamba. Mi amigo me conmina a levantarme: -El autobús no esperará por nosotros, dice. Me llama la atención un tocón en el que me apoyo para ponerme en pie. Está recorrido por carreteras que se entrecruzan. Los insectos Xilófagos se han dado una gran pitanza.
Caminamos por un robledal que linda con la carretera. Ha llegado el momento de despedirse del Parque.
-Arsenio, creo que alguien está golpeando sobre un Yunque . -Es el pico picapinos. Parece mentira para ti...
Durante estos dos días he dedicado a mi amigo muchos elogios, en esta ocasión me he permitido la licencia de mofarme de él.
En la mochila llevo una mezcla de tristeza y felicidad. Me da pena abandonar el lugar; también pensar en las agresiones que está a punto de sufrir, la más inminente la construcción de la presa de Caleao. Los responsables de este desaguisado no comprenden nada y, con seguridad, no conocen las maravillas que esconde el Parque. He decidido regalarles la zeta de Zoquetes que tenía reservada para un zorro que no se dignó a aparecer. FIN.
Por suerte, después de tantos años la Z que otorga a los zoquetes que nos gobiernan, es decir, la propuesta que ya entonces se cernía sobre la presa de Caleao sigue en dique seco, y esperemos que nunca se llegue a hacer realidad, pues destruiría una parte de naturaleza de un gran valor.
Para terminar acompañamos con unas fotografías que ilustran parte de lo que cuenta en el texto, y que ponemos al final para no entorpecer la lectura.
P.N de Redes.
P.N. de Redes.
Agateador norteño.
Diente de león.
Gato montés.
Herrerillo común.
Herrerillo capuchino.
Carbonero garrapinos.
Chocín. Zarrica.
Arrendajo.
Muérdago.
Pito negro.
Rebeco.
Lirón gris.
Petirrojo. Raitán.
Pico picapinos.
Zorro.
Hasta siempre PACO.